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Tras una hora pescando no podíamos sentir las manos... con ese frío que calaba tanto, las manos pasaron de blancas a rojas y empezaban a doler los dedos... todo para unas mircro-percas que no me molesté ni en hacerles foto.
Cambiamos de pesquero y en cuanto a capturas fue a peor, además de la dificultad para llegar, al siguiente terminamos la jornada en una orilla accesible.
Cambiamos de pesquero y en cuanto a capturas fue a peor, además de la dificultad para llegar, al siguiente terminamos la jornada en una orilla accesible.
Tras el semi-fracaso, optamos por cambiar de especie y probar a ver si los basses ya empezaban a activarse. Tampoco hubo modo de sacar alguno...los pocos que vimos no mostraron ningún interés por los señuelos.
El tercer y último intento fue a la trucha, eso sí, fue después de comer y descansar un rato porque estábamos molidos (sin saber lo que nos esperaba).
El tercer y último intento fue a la trucha, eso sí, fue después de comer y descansar un rato porque estábamos molidos (sin saber lo que nos esperaba).
En la subida a la montaña me vino justo para llegar, pero seguir el curso del río tampoco fue nada fácil (mención especial a la bajada por el cortafuegos surfeando...), al final lo dimos todo y lo probamos todo, ya fuera río, cequia o balsa, no dejamos agua sin señuelo y, tras tanto esfuerzo, gozamos como pocos días, 8-10 picadas por cabeza con una efectividad menor del 50% pero la pesca sin muerte es lo que tiene, sin duda repetiremos.